Este artículo apareció en el número de febrero de 2007 de la Revista Arcadia. Como es lógico, y por orden expresa de la directora, Laura Rodríguez, se omitió cualquier referencia a los extravagantes sucesos ocurridos durante la Nochebuena anterior y que aparecen relatados en la novela LA ISIS DORADA.
Anclado junto a
la madrileña calle de Pintor Rosales, sobre el mismo suelo que pintó Goya en
sus Fusilamientos del 3 de Mayo, se alza el edificio más antiguo de la
capital española, y uno de los más desconocidos. Muchas personas pasan por
delante de él a diario, otras sólo han leído de él en las guías, y los que
menos lo visitan con frecuencia. Pero la pregunta que todos se hacen es: ¿qué
hace un templo egipcio en medio de Madrid? ¿Monumento histórico? ¿Atracción
turística? El templo de Debod contiene más preguntas que respuestas, y más
enigmas que los que se aprecian a simple vista.
Mientras que el Madrid de Alatriste data del siglo XVII, el
lugar que nos ocupa tiene un origen mucho más remoto. Fue construido en el 200
a.C., y no en Madrid sino a orillas del Nilo, en la baja Nubia, lo que hoy es
Sudán. Debió de formar parte de una ruta
de peregrinación hacia el gran templo de Filé, dedicado a la diosa Isis, pero
los avatares históricos y políticos hicieron que su destino fuera convertirse
en el mayor templo egipcio ubicado fuera de la tierra de los faraones.
Casi todo el mundo sabe que fue un regalo del gobierno
Egipcio a España por su participación en el salvamento del gran templo de Abu
Simbel durante la campaña organizada por la UNESCO para proteger y rescatar los
monumentos que de otro modo habrían quedado cubiertos por las aguas del Nilo
durante la construcción de la presa de Asuán, promovida por el presidente
Nasser en los años 60. En 1970, tras una travesía a bordo del carguero Benissa, los mil setecientos veinticuatro bloques llegaron por carretera a
Madrid, donde quedaría fijada su residencia final. En sus caras, cubiertas de
relieves dedicados a los dioses Amón, Isis y Osiris, convivían algunas cruces y
otros símbolos cristianos, consecuencia de distintas campañas de secularización
llevadas a cabo desde Bizancio a partir del siglo sexto.
Su estructura primitiva era una capilla levantada por el
faraón Adijalamani de Meroe en el siglo II a.C. y dedicada al dios Amón. A lo
largo de los siglos, otros gobernantes egipcios pertenecientes a la dinastía
ptolemaica, pero también emperadores romanos como Augusto, Trajano o Tiberio,
fueron ampliando el templo hasta dotarle de la apariencia que ofrece en la
actualidad.
Su emplazamiento, muy cerca de la Plaza de España, invita a
contemplar el contraste entre sus milenarios muros y la moderna Torre de
Madrid, formando una estampa en la que confluyen pasado y futuro. Al otro lado
de sus dos grandes pilonos se accede a
la fachada columnada con capiteles papiriformes, en cuyo lado izquierdo destaca
en volumen una estancia rectangular conocida como el mammisi, que en lenguaje
copto quiere decir “lugar de nacimiento”. Y es que, según la tradición, en ese
lugar es donde la diosa Isis dio a luz a Horus. Sería, pues, una especie de
“portal de Belén”, donde la gran diosa madre alumbró al dios halcón, uno de los
más importantes del panteón egipcio, identificado con Cristo por presentar no
pocas semejanzas con el Mesías del Nuevo Testamento.
Horus: el Mesías egipcio.
Así, Horus es, como Cristo, la luz del mundo, y se le
identifica con el sol, el salvador y la verdad. Es llamado “El Ungido”, al
igual que Jesús, y su anagrama es KRST, letras que conforman también el
sobrenombre del redentor bíblico. La tradición habla de que al nacer le
visitaron unos magos que le entregaron valiosas ofrendas, y de que a los doce
años asombró con su elocuencia a los escribas de la Casa de la Vida del templo
de Ptah, igual que haría Cristo con los doctores en el Templo de Jerusalén. A
diferencia de Cristo, Horus tuvo diez discípulos. Pero esta diferencia no hacía
sino construir una gran semejanza, ya que diez eran los meses del año egipcio
como doce son los del cristiano. Otros parecidos eran cómo entre los milagros
de Horus se encontraba el de resucitar a un hombre muerto llamado El-Azar-us
(curiosamente similar al Lázaro al que Cristo devolvió a la vida), y cómo él
mismo murió y resucitó tras ser enterrado en una tumba más de mil años antes de
la historia que cuentan los Evangelios. Mención aparte merece Set, el enemigo
principal de Horus y asesino del padre de éste: Osiris. Algunos estudiosos
afirman que Set era también llamado Sata, de donde procedería el nombre de
Satanás. El enfrentamiento entre Horus y Set había tenido lugar durante
cuarenta días... los mismos que pasó Satanás tentando a Cristo en el desierto.
El hogar de los dioses
Alejándonos ya de conjeturas, los hechos son que el templo de
Debod (cuyo nombre significa “la casa”) representa al cosmos tal como lo veían
los egipcios. Los relieves de la capilla de Adijalamani reflejan los rituales
que se llevaban a cabo en el interior del templo, con los dioses purificando al
visitante y antes de permitirle acceder a la naos, el lugar más sagrado del
edificio, donde sólo el sacerdote tenía acceso. Hoy, en el altar de granito
rosado de época ptolemaica, se proyecta la imagen de Amón, como recordatorio de
la estatua que en tiempos se veneraba allí. En otras capillas del templo
cohabitan aún otros dioses como Osiris,
Hathor... o Min, dios de la fertilidad a quien se representaba con un gran pene
erecto que en Debod fue mutilado cuando los cristianos conquistaron el
santuario en el siglo VI de nuestra era.
Pero el gran y más desconocido misterio del templo permanece
oculto a los ojos del público. A la derecha de la escalera por donde se accede
a la terraza superior (hoy cubierta y sede de un pequeño museo) hay una oscura
capilla en cuyo muro norte se puede apreciar un grabado circular casi perfecto.
Se ha dicho que podría tratarse de un calendario astronómico, un zodiaco,
dividido en 12 secciones que servía a los sacerdotes para organizar los
rituales. Sin embargo otros egiptólogos consideran que podría tratarse de algo
incluso más interesante. Habrá que esperar a que sus conclusiones se hagan
públicas, pero todo parece indicar que el templo de Debod aún guarda para sí
algunos de sus mayores secretos.
@JaimeAzcárate